lunes, 13 de noviembre de 2023

El Susurro de Inti




En las altas montañas de los Andes, donde el viento lleva consigo los susurros antiguos de los dioses, y las sombras danzan en las noches de luna llena, se contaba una leyenda de terror que estremecía el corazón de los lugareños.


Había un lugar sagrado, un antiguo templo dedicado al dios Inti, el señor del sol. Dicen que en las noches de eclipse, cuando la luz de Inti se veía momentáneamente eclipsada, las almas de aquellos que osaron profanar el templo despertaban de su eterno descanso.


Manuel, un joven curioso de la aldea, decidió desafiar las advertencias de los ancianos y aventurarse en la ruina sagrada durante un eclipse lunar. Con una linterna temblorosa en mano, exploró las profundidades del templo olvidado.


A medida que avanzaba entre las columnas de piedra tallada, las sombras se cerraban a su alrededor como garras invisibles. El eco de sus pasos resonaba en las paredes ancestrales, y el aire se cargaba con una energía ancestral. De repente, el suelo tembló, y Manuel sintió el aliento cálido en su cuello.


Volviéndose, vio una figura luminosa que emanaba un resplandor celestial. Era Inti en toda su gloria, pero su rostro reflejaba una ira insondable. Sus ojos, antes radiantes como el sol del mediodía, ahora ardían con una luz intensa y cruel.


Inti levantó una mano dorada y señaló a Manuel con un dedo acusador. Un susurro resonó en la mente del joven, una voz antigua que hablaba de deshonra y sacrilegio. Sintió cómo su alma era examinada y juzgada por el dios airado.


El templo cobró vida con sombras que se retorcían y murmullos de almas inquietas. El suelo temblaba con la furia de los dioses ultrajados. Manuel, paralizado por el miedo, suplicó perdón, pero Inti solo aumentó su ira.


Las columnas temblaban, y el suelo se resquebrajaba bajo los pies de Manuel. El dios del sol, con un gesto, condenó al joven a una eternidad de oscuridad. Las sombras se cerraron sobre él, y su grito resonó en las montañas, apagándose lentamente.


Desde ese día, los lugareños cuentan que, en noches de eclipse, aún se puede escuchar el susurro de Inti, un lamento eterno que advierte a aquellos que se atreven a profanar los lugares sagrados de los dioses incas. La leyenda persiste como una sombra en la memoria de la aldea, recordándoles que la ira de los dioses es un fuego que nunca se apaga.

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